Hacía mucho tiempo desde que había tocado dinero. Si no fuera por el par de veces que tenía que comprar un poco de comida de gato o de lo contrario gatito se moriría de hambre, era fácilmente en más de un año. Pero de pronto sentí en mi tacto de dinero. Lo olí y se sentía crujiente.
Tenía dudas qué hacer con billete de 20 euros que mi amigo René me había dado. Estuve con él en Lyon, Francia, y era mi turno para ir al mercado a comprar las verduras y frutas para la casa. Me pareció que era bueno dejar de lado la idea de no utilizar el dinero, y experimentar de nuevo para como usarlo, para tener una idea de lo que iba a hacerme.
Y para decir la verdad, pensé que sería divertido. Pero en cambio fui golpeado por la duda y la incertidumbre: Yo simplemente no sabía a quién darle el dinero, de quien quería comprar la comida. Tal vez a esta mujer con la sonrisa agradable, o el tipo viejo. En otras palabras, yo no estaba mirando a la calidad de la comida, pero me estaba juzgando la calidad de la persona.
Arriba y abajo del mercado Caminé durante algún tiempo hasta que finalmente me decidí a resolverlo y “simplemente comprar algo”. Fueron las manzanas y le di al vendedor de mercado de dinero -un trozo de papel- lo miraba con una mirada extraña en los ojos, como si yo todavía estaba en duda era el hombre adecuado para darle el dinero, como si fuera aquel quien lo merecía.
Terminé gastando completamente los €20, y volví a casa con un carro lleno de alimentos frescos. Yo estaba feliz utilizando el dinero de nuevo, me hizo sentirme mejor. Mientras que vivir de sin dinero fue divertido e interesante al principio, en el mercado de Lyon llegué a comprender que me estaba limitando: me había convertido en un esclavo de no utilizar el dinero. Y así llegué a comprender el valor del dinero: no es lo que parece, pero lo que te hace a ti.